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jueves, 13 de enero de 2011

La camioneta Chevrolet fue su mejor aliada


Escapaba  a toda velocidad con su hijo más grande en la Chevrolet Equinox. Tres Suzuki la acosaban por la ruta sin perderles el rastro.  

La camioneta roja que había comprado hace unos meses atrás en una tienda de Madrid había sido la clave de su salvación. Nora Rodriguez la había elegido por recomendación de unos amigos. Ellos le había contado acerca de todos los beneficios con los que contaba la nueva Chevy Equinox , y hasta le habíanmostrado en internet un video de su presentación en Detroit en el North American International Auto Show. Ella se había quedado absolutamente fascinada completamente con la camioneta.
Lo que más le había llamado la atención no era su nuevo motor de 2,4 que economiza combustible sin sacrificar potencia, tampoco el novedoso diseño que le daba un porte de distinción y elegancia sobre los otros vehículos de la competencia. Ella había sentido una atracción inexplicable hacia el vehículo, como si el destino la hubiese preparado para ese momento. Ni bien se la mostraron supo que tuvo que tenerla.
El vendedor le explicaba acerca de todos los accesorios con las que venía equipada de fábrica, le habló del tablero multifunción, del sistema de audio, de los asientos reclinables. Todo en la Chevrolet Equinox era absolutamente deseable. Luego la acompaño hacía una oficina donde sentaron los detalles mínimos para la operación de compra. El contrato era claro y sin letra chica. Se notaba que la empresa llevaba años en el rubro y sabía como tratar a un cliente distinguido como ella.
Fue meses después cuando se encontraba manejando por la carretera cuando aquellos hombres en motocicletas comenzaban a perseguirla. Ella como mujer se sintió muy preocupada, pues además su pequeño niño la acompañaba en el viaje. Pero en lugar de frenar y ceder a los atracantes se aferró al volante y pisó con fuerza el acelerador de su Equinox. ¡Qué gran sorpresa se llevó! Su camioneta aumentaba la velocidad tal como lo indicaba el velocímetro. La aceleración era increíble, pues las motocicletas Susuki se quedaban atrás. El niño ni se había dado cuenta, pues a pesar de las complicadas maniobras que exigía la situación el vehículo tenía un andar suave y placentero.
Tenía que despistarlos –pensó Nora- y tomó por un camino alternativo a un costado de la ruta. Las motocicletas jamás podrían alcanzarla en un terreno para el que no estaban preparadas.
El sol brillaba fuerte en el cielo. Había salido ilesa de la situación. Al regresar a su hogar, se dirigió al departamento de policía y contó sus aventuras. Nunca entendió porqué aquellos hombres la seguían pero le supo agradecer toda la vida a aquellos amigos que le recomendaron su chev.

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